“Notar”, en nuestro idioma, se refiere a percibir o darse cuenta de algo. ¿Cuánto notamos de lo que nos rodea? Realmente poco. La atención no es un atributo propio de nuestros tiempos.
Hace ya cinco años me propuse notar con mayor detenimiento ciertos aspectos de mi entorno. Este hábito simple cambió mi manera de mirar. Aquí algunas de las conclusiones —poco originales, a decir verdad, pero fruto de lo notado—:
- Hay un tiempo para todo; está en nosotros ubicarnos en el horario correcto.
- Todo pasa, lo bueno y lo malo.
- La gente es, en promedio, buena. La maldad es una excepción de la que ninguno puede escapar, pero está lejos de ser una regla.
- Y, por último, uno nunca sabe de dónde o de quién provendrá la siguiente enseñanza.
En su conjunto, cada uno de estos aspectos representa un eterno continuo. No existe, bajo estas premisas, un estadio de felicidad, sabiduría o bienestar total donde uno pueda permanecer sin alteraciones. ¿Entonces qué podemos hacer mientras tanto?
Continuar el camino notando qué sucede paso a paso. Allí me encuentro yo y, en consecuencia, este proyecto.
Este espacio me dio la oportunidad de hacer grandes amigos, de darme cuenta de qué quería para mi futuro, me dio herramientas profesionales y un escape para decir lo que sentía sobre un sinfín de temas. Ese fue el tiempo de un grupo de jóvenes que ya no existen, que habitan en otros hombres y mujeres que tienen sus propias conclusiones sobre lo vivido. Ahora es tiempo de abrirse a nuevos intereses y personas, de hacer una comunidad nueva y potenciar un pensamiento ahora un poco más maduro.
Lo que pasó quedará guardado en archivos que, quien tenga nostalgia de su obra, podrá requerir. Pero, a partir de hoy, se abre un nuevo camino, sin pretensiones grandilocuentes de éxito, sino más bien como una herramienta para seguir compartiendo lo que vamos notando.
