Geopolítica de las vacunas: ¿Qué pasa con Latinoamérica?

Por Felipe Srur Piselli y Camila Díaz Caneja

“…en una Latinoamérica empobrecida y amenazada por el virus, las únicas herramientas que pueden llevar a un próspero desarrollo de los eventos son: el diálogo, la transparencia, la asistencia mutua y la integración.”

La pandemia del Covid-19 azotó fuertemente al mundo desde su emergencia en 2020. Hoy en día se estima un total de 174 millones de casos a nivel global. Ahora bien, a pesar de que el virus afectó a todos los estados, no lo hizo de igual manera para cada uno de ellos. Grandes naciones como Estados Unidos, Rusia y países de la Unión Europea, han alcanzado una tasa de mortandad excesivamente alta. A pesar de las diferencias, la pandemia afectó de igual manera a países en diferentes circunstancias. Tanto Estados Unidos como los países de la Unión Europea tuvieron altísimas tasas de mortalidad, como así también los países latino americanos menos desarrollados.

Sin embargo, cuando se aborda la cuestión desde una perspectiva Latinoamericana, hay ciertas cuestiones que no pueden pasar por alto, a saber: los bajos niveles socioeconómicos, el acceso a las vacunas y su respectiva distribución.

Desde que empezó la pandemia, se estima que 1.2 millones de personas han fallecido a causa de este virus en Latinoamérica y el Caribe, lo cual representa el 27% de las fatalidades de todo el mundo. En términos económicos, nuestra región pertenece a la categoría de ingresos medios, sin embargo, dentro de la misma existen grandes diferencias: por ejemplo, Brasil tiene un PBI de 1.4 millones de dólares pero a la vez existen países de economías mucho más pequeñas. Estas cifras resultan clave a la hora de analizar la respuesta de los diversos estados ante la pandemia. En el caso específico de la región latinoamericana, la tasa de mortandad es atribuible a débiles estructuras financieras y bajos presupuestos para combatir la afección, lo que genera sistemas de salud debilitados y dificultades económicas a la hora de comprar las vacunas. Asimismo es menester mencionar que los elevados índices de pobreza y de informalidad laboral han complicado aún más el asunto, haciendo que la opción de un confinamiento signifique perder la oportunidad de llevar un plato a la mesa. La crisis sanitaria evidenció aún más la gigantesca brecha que hay entre los países periféricos y los centrales.

Es preciso además, mencionar la corrupción presente en algunos países – dentro de la categoría de Latinoamérica y el Caribe- como reto en los programas de vacunación. Ante la muy limitada oferta global de vacunas, cada programa nacional ha priorizado algunos grupos para comenzar la vacunación. Mayoritariamente, se ha puesto en primer lugar a los trabajadores sanitarios y a los adultos mayores, pero en algunos países también se ha favorecido a las poblaciones más empobrecidas, a las personas de alto riesgo por comorbilidades, y a otros grupos, como docentes y militares. No obstante, la falta de censos de estos grupos, así como la corrupción, emergen como un riesgo para la implementación de dichos planes (Dreser, 2021). La venta de vacunas apócrifas en México y la vacunación preferencial a personas afines al oficialismo en Argentina, son solo algunos ejemplos de lo antedicho.

¿Qué rol ha jugado Estados Unidos bajo el liderazgo trumpiano? Algunos autores como Esteban Actis y Nicolas Creus, hablan de la erosión del poder blando norteamericano y el incremento de esta tendencia durante el mandato de Trump. Según Andreas Falke, del Instituto Europeo de Estudios Internacionales, EE. UU. tenía a su disposición los recursos suficientes para formular una respuesta global, pero falló. La pandemia puso de manifiesto la falta de liderazgo del sistema internacional, consecuencia de que la potencia global no ha estado dispuesta a ejercer su rol, lo que exacerba aún más el vacío hegemónico (Actis & Creus, 2021). El concepto de “America First” y el desapego a las instituciones internacionales como el G20 o la OMS, ha limitado también la capacidad de respuesta de los países periféricos de Latinoamérica, quienes no contaron con la guía del faro americano en este difícil momento.

La falta de un liderazgo regional se plasmó en los problemas para adquirir las preciadas dosis, necesarias para inmunizar a las poblaciones de los países latinoamericanos. No hace falta decir que la región – una de las más golpeadas por la pandemia y específicamente por la llamada “segunda ola”- presenta hoy grandes problemas en sus campañas de vacunación. No tenemos que ir muy lejos, en nuestro país, contamos con solo un 6% de la población con el calendario de vacunación completo.

El principal productor de vacunas en nuestro continente fue los Estados Unidos, con sus vacunas de Pfizer-BioNTech, Moderna y Janssen. De estos tres laboratorios, Pfizer fue el que más vendió en nuestra región con millones de dosis prometidas, sin embargo, muy pocas llegaron.

A diferencia de esto, China, que viene aumentando su presencia a pasos agigantados en nuestra zona, con sus dos vacunas, Sinovac y Sinopharm, se convirtió en el mayor proveedor de América Latina. Según un estudio realizado por el periodista Martin Candalaft las vacunas solicitadas a China fueron 181 millones, de las cuales más de 90 millones fueron entregadas, a saber, más del 50%. En contraste, las dosis solicitadas a los laboratorios norteamericanos fueron de 258 millones, de las cuales solo se entregaron alrededor de 30 millones, menos del 15%. Esto nos indica una fuerte apuesta geoestratégica del gigante asiático, brindando una gran cantidad de dosis y de manera rápida a los países latinoamericanos, que frente a una crisis de abastecimiento, significó una gran esperanza. China busca ampliar su presencia en la región, esto se da de forma sostenida incrementando sus inversiones en dichos países, principalmente en materia de infraestructura, comunicaciones y energía. Ahora busca además brindar apoyo médico en momentos de crisis sanitaria, lo que podría llegar a generar cercanía, no solo con los estados latinoamericanos, sino también con la población.

Haciendo foco en nuestro país, la primera vacuna que llegó al territorio argentino fue la rusa, Sputnik V, la cual logró contratos también en Venezuela y Cuba. De las 10 millones de dosis aproximadas que llegaron a Latinoamérica, casi el 90% se destinaron a la Argentina, y lo restante a los otros dos países. En este sentido también podemos ver una jugada estratégica de Rusia, aproximándose en términos sanitarios a sus aliados regionales, y haciendo una fuerte apuesta en Argentina, con un gobierno amigable al mando.

En palabras de Federico Kukso, “nadie se salva solo” (Kukso, 2021). Retomando a los autores Actis y Creus, la pandemia no fue un cisne negro, es decir, podría haberse anticipado y se podrían haber desarrollado mecanismos de respuesta mucho mas eficaces, tales como una amplia coordinación y cooperación interestatal, además de un mayor y mas horizontal financiamiento de organismos internacionales correspondientes al área de la salud. Asimismo, en una Latinoamérica empobrecida y amenazada por el virus, las únicas herramientas que pueden llevar a un próspero desarrollo de los eventos son: el diálogo, la transparencia, la asistencia mutua y la integración. Debemos superar la vinculación ideológica y sentarnos todos en la mesa redonda para entablar un diálogo fructífero en pos de la salud de la región. Por un lado, es menester que la región refuerce sus lazos cooperativos, que se presente ante el mundo como un bloque que pretende mitigar las diferencias internas. Por otro lado, es preciso que los líderes mundiales ocupen un rol más activo y colectivista.