Por Cindy D’Amico.
“Parece paradójico pero, aun en pleno siglo XXI, tenemos la responsabilidad como sociedad de seguir exigiendo derechos para las mujeres en todo el mundo. El derecho a la educación, el derecho a una vida digna, el derecho a la libertad de vestir lo que se desee, el derecho a comerciar libremente, el derecho a la vida profesional, el derecho a ser personas públicas, el derecho a la libre elección de religión y el derecho a ser consideradas con el mismo valor intrínseco que los hombres.”
“Señora, es una niña.”
Ese momento exacto en donde el nacimiento de tu bebé, que debiera haber sido uno de los más felices de tu vida, se convierte en un momento oscuro e incierto porque vivís en Afganistán.
Los talibanes fueron derrocados del poder en 2001, tras una incursión militar liderada por Estados Unidos, pero poco a poco el grupo islamista fue ganando fuerza a lo largo y ancho de Afganistán, hasta retomar efectivamente el control del país en este mes.
El Domingo 15 de agosto, el Talibán declaró la victoria después de que el presidente afgano, Ashraf Ghani abandonara el país y su gobierno colapsara.
Los vemos en la televisión, en las noticias, en los posteos que encontramos en el buscador o en nuestras cuentas de Instagram. Son los talibanes. La forma que tienen de tratar a las niñas y mujeres es una de las características más conocidas y terroríficas sobre ellos.
Mientras que en Argentina se discute si un artículo tiene que ir con una ‘’a’’ o una ‘’e’’, en países como Afganistán la vulnerabilidad de los derechos de la mujer es extrema.
Según la Revolutionary Association of the Women of Afghanistan (RAWA) las mujeres sufren azotes, palizas y abusos si no visten acorde con las reglas del Talibán o caminan en la calle sin su ‘’mahram’’ quien es su marido y guardián. A otras se les han sido amputados los dedos por llevar las uñas pintadas, e incluso no se les permite practicar deportes ni reír en público.
llegan a tal extremo las largas listas de prohibiciones, qué existe la obligación de mantener ventanas oscuras de las casas para qué las mujeres no puedan ser vistas desde ningún punto por un hombre qué no sea un familiar directo. Sumado a sus tormentos, si llegaran a tener una emergencia, tampoco pueden ser atendidas por profesionales de la salud masculinos.
Parece paradójico pero, aun en pleno siglo XXI, tenemos la responsabilidad como sociedad de seguir exigiendo derechos para las mujeres en todo el mundo. El derecho a la educación, el derecho a una vida digna, el derecho a la libertad de vestir lo que se desee, el derecho a comerciar libremente, el derecho a la vida profesional, el derecho a ser personas públicas, el derecho a la libre elección de religión y el derecho a ser consideradas con el mismo valor intrínseco que los hombres.
Quizás estemos lejos del país, pero aún podemos sumar nuestro granito de arena desde nuestro lugar. Poner sobre la mesa la situación que ocurre, es un inicio. Debatir ideas y repensar costumbres, levantar nuestra voz, son grandes pasos hacia una mayor igualdad entre hombres y mujeres en todo el mundo.