En caso de que los gobiernos venideros no comiencen a actuar al respecto de forma prudente, (para solucionar la pobreza) “…” estaríamos desaprovechando una oportunidad única para lograr ser, de una vez por todas, un país desarrollado.
A los ojos del mundo, la República Argentina siempre se ha mostrado como un país diverso (en el amplio sentido de la palabra). Ya sea si hablamos de sus paisajes, su gente, su pasión… su cultura, en general.
Pero también, dentro de esta “diversidad”, a lo largo de nuestra historia (hasta el presente), siempre hemos sido atormentados por diversos problemas estructurales, ya sean políticos (como las dictaduras y las crisis presidenciales), sociales (representados por las distintas “brechas”) tanto como económicos (inflación, déficit, corridas, defaults, etc)
Dentro de esta multiplicidad de problemas, uno de los que más trascendencia tiene, sin importar la bandera gobernante o ideológica del momento, es la pobreza, que dentro de los últimos 30 años, nunca fué menor al 25%; y dentro de esta, aún más delicada para el desarrollo a largo plazo de un país, es la pobreza e indigencia infantil.
Esta representa, ya hace décadas, una realidad naturalmente cruda y triste, pero que al fin y al cabo termina siendo de suma utilidad para el ejercicio de la política en nuestro país
Al ser un problema que se extiende hasta la actualidad, quizás resultaría más relevante analizar los últimos datos disponibles (los cuales no merecen menor atención al mostrar cifras realmente preocupantes para nuestro futuro).
Según la base de microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares, efectuada por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), para el 4to trimestre del año 2020, un 62,9% de los niños y niñas menores de 14 años, se encontraban bajo el umbral de pobreza, (6 de cada 10 niños no llegaba a satisfacer sus necesidades básicas), y luego, un 15,6% se encontraban en situación de indigencia (pobreza extrema).
Este número representa nada más ni nada menos que más de 7 millones de chicos y chicas, aproximadamente.
A mediados de 2020, UNICEF ya había publicado un informe con estimaciones sobre la pobreza e indigencia infantil en nuestro país.
En términos geográficos, el lugar con mayor pobreza infantil de todo el país, es el Gran Buenos Aires, con un 72,7% de niños y niñas pobres.
Un dato interesante, es que a finales de julio del 2020 (4 meses después de que declararan las medidas de aislamiento), el 47% de los hogares del país era beneficiario del Ingreso Familiar de Emergencia (ante el 22% de beneficiarios en abril), y el 36% de los hogares era beneficiario de la tarjeta para el consumo de alimentos ALIMENTAR (frente al 19% del mes de abril). Lo cual efectivamente muestra que el consumo de alimentos es una de las variables más afectadas por la reducción del ingreso real de las familias.
Otra problemática que también va de la mano con la pobreza infantil, es el trabajo infantil. Para el año 2016/2017, se publicó la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), donde en la misma se muestra que en los años mencionados, el 10% de los niños y niñas del país de entre 5 y 15 años, realizaban, al menos, una actividad productiva.
Si bien estos datos no están actualizados al 2021, si tenemos en cuenta el periodo por el cual está pasando nuestro país, dada la pandemia tanto como los malos manejos de la política económica, podríamos suponer que estos indicadores no solo que no han mejorado, sino que fueron empeorando.
¿Por qué es importante que el gobierno haga más hincapié en reducir los niveles de pobreza? Una opinión desde el bono demográfico.
Si bien la pregunta parece un poco obvia desde el punto de vista moral, quizás se le pueda dar un enfoque más profundo si la observamos desde los ojos del estudio de las poblaciones, y más específicamente, desde el ojo del bono demográfico.
Pero… ¿Qué es el bono demográfico?
Este concepto, refiere a un periodo del tiempo de un determinado país, en el cual, la cantidad de personas activas e inactivas que tienen edad de trabajar (15 a 64 años), supera a la cantidad de personas que no la tienen (0 a 14 – +65). En síntesis, existe una baja tasa de dependencia.
Dentro de los beneficios que puede traer este periodo, dada la mayor cantidad de personas en edad de trabajar; se encuentra la generación e incentivo de mayor ahorro e inversión, más capital humano (por ende mayor productividad y crecimiento económico) y más recaudación impositiva.
Este suceso ya ocurrió en países más desarrollados (y viejos). Actualmente, Argentina y otros países del continente, están pasando a través de este proceso de bono demográfico, y en el caso de nuestro país, se ha proyectado que puede durar hasta finales de la década del 2030.
Con los beneficios mencionados anteriormente, uno puede pensar que en los próximos años vamos a poder disfrutar de mejores condiciones de vida, dadas las características que nos ofrece este bono demográfico, pero la realidad, puede ser otra.
En caso de que los gobiernos venideros no comiencen a actuar al respecto de forma prudente, haciendo énfasis en crear las condiciones necesarias para mejorar la calidad de vida de nuestros niños y niñas, para así, lograr que tengan una infancia sana, con buena salud y educación, estaríamos desaprovechando una oportunidad única para lograr ser, de una vez por todas, un país desarrollado.
Rafael Hofmann tiene 21 años y es estudiante de economía por la Universidad Nacional de Córdoba. Interesado en finanzas, economía y política (nacional e internacional), escribió artículos e informes para Publius, AltMedia y la Fundación LiberAR. Es miembro del Club Objetivista Córdoba, espacio de debate filosofico que se dedica a divulgar las ideas del objetivismo de Ayn Rand en la Ciudad de Córdoba; también es miembro y dirigente académico de UPAU Córdoba.
Su compromiso con Publius surge de la idea de poder brindar una opinión crítica (pero objetiva) de los problemas y sucesos que acontecen (o acontecieron) en Argentina, y en el mundo