Cuestionamientos para con la normalidad

Por Ema Hurtado

“El hecho de que sigamos conservando y perpetuando conductas que ya no encuentran sustento en absolutamente nada más que el “aquí las cosas siempre se han hecho así” es un claro indicador de cómo la autocrítica social brilla por su ausencia y de lo extremadamente poderosa que es la conducta imitativa en nuestra especie…”

Existe un experimento muy conocido dentro de la comunidad científica que explica el desarrollo, permanencia de las ideas y las conductas colectivas en grupos cerrados. Un grupo de investigadores encerró a seis monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera, y sobre ésta un racimo de bananas.

Cuando un primer mono subió por la escalera y tocó las bananas, un chorro de agua fría mojó al resto de los monos que aguardaban abajo. Sucesivamente cada vez que un mono intentaba subir la escalera, un chorro de agua mojaba a los restantes. Al poco tiempo, los monos comprendieron la relación entre subir por la escalera y el agua fría, por lo que empezaron a golpear a aquél mono que se atreviera a subir la escalera en busca de las bananas. Visto esto, los científicos retiraron del grupo a uno de los monos, sustituyéndolo por uno nuevo. Éste intentó inmediatamente subir la escalera a buscar las bananas, pero apenas osó hacerlo, el resto de los monos lo bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos. Nunca más intentó subir la escalera en busca de las bananas. Otro mono del grupo originario fue sustituido, y nuevamente cuando el nuevo apenas intentó subir por la escalera fue bajado y golpeado por el resto de los monos, entre los que se encontraba el primer mono sustituto. Luego se sustituyó un tercer mono, y nuevamente cuando el sustituto quiso subir por la escalera fue golpeado por el resto de los monos, entre los que se encontraban los dos monos que no pertenecían al grupo originario. Se sustituyó un cuarto mono; y luego el quinto; siempre repitiendo el mismo suceso. Finalmente se sustituyó el sexto mono, quedando en la jaula un grupo de seis monos que, a pesar de nunca haber recibido el chorro de agua fría, continuaban golpeando a quien intentase llegar hasta las bananas. Probablemente, como dijo Fontevecchia en una nota donde relataba el mismo experimento, si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía por las bananas, con certeza esta sería la respuesta: “No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así”.

Este experimento explica la permanencia de muchas conductas e ideas dentro de la sociedad, las cuales encontraban justificación en un marco histórico pero que, luego, las causas que le dieron origen se extinguen pero sigue permaneciendo aquella conducta o idea

Obviamente nosotros no somos monos, por consiguiente las formas en las que nos manifestamos en sociedad no son tan fáciles de entender ni de explicar cómo en dicho experimento, aun así sería soberbio de nuestra parte el intentar esconder bajo la alfombra el gran parentesco genético que compartimos con estos primates, de un 95% a 98% para ser exactos (las cifras varían ya que mono es un término taxonómico utilizado para designar a una gran variedad de primates simiiformes) tan solo con este pequeño pero importante dato, las grandes diferencias que podríamos creer tener con nuestros primos menos civilizados se ven afectados en gran manera y por consiguiente es coherente el realizar analogías entre el experimento enunciado con anterioridad y la realidad que transitamos como sociedad.

El hecho de que sigamos conservando y perpetuando conductas que ya no encuentran sustento en absolutamente nada más que el “aquí las cosas siempre se han hecho así” es un claro indicador de cómo la autocrítica social brilla por su ausencia y de lo extremadamente poderosa que es la conducta imitativa en nuestra especie ¿Por qué nos vestimos de determinada manera? ¿Por qué escuchamos un porcentaje tan acotado del amplio abanico de música existente? ¿Por qué nos organizamos como un estado de derecho? ¿Por qué vamos a votar cada 4 años? ¿Por qué nos damos validez a leyes que se sancionaron muchos años antes de nuestro nacimiento? ¿Por qué pasamos tanto tiempo en las redes sociales?. Estas son solo algunas de las tantas preguntas que pueden surgir en nuestra conciencia, algunas tienen un alcance más colectivo mientras que otras uno más individual, entre la casi infinita variedad de preguntas que pueden llegar a embarcarnos identificó uno que brilla por la importancia que denota importancia y que se encuentra íntimamente.

¿Qué tan libres podemos llegar a ser ante una sociedad que desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte nos impone lo que es “normal”?.No pretendo dar respuesta a esta gran amalgama de preguntas ya que no creo poseer la capacidad ni el tiempo ni el conocimiento suficiente, como para responderlas, lo que busco es cultivar un espíritu más crítico en cuanto a lo que nos rodea, en esta cuestión en particular considero las preguntas más importantes que las respuestas. Le propongo al lector que realice el siguiente ejercicio crítico para con su individualidad que yo ofreceré a continuación.

Mi nombre es Emanuel Hurtado tengo 21 años, soy miembro de Publius Group, estudio la carrera de abogacía en la UNC, mi comida favorita son los ravioles, gusto de escuchar casi todo tipo de música aunque en la actualidad me decanto más por la música clásica y el rap, mi lengua natal es el Castellano y mi inglés posee un nivel decente, gusto mucho de pasear a mis perros y de leer. En las palabras anteriores describí un poco de lo que soy, pero mi ser no fue meramente decidido por mí, sino que entre muchas otras cosas fui forjado por la normalidad que me impuso y me sigue imponiendo el medio en el que desarrollo mi experiencia vital, a medida que se adapta a lo que me impone la sociedad se ejercía sobre mí un poder normalizador. Con el pasar del tiempo fui negociando hasta formarme como lo que en esta fría tarde de invierno se conoce como “Emanuel”.

Por eso me vacune, fui a la escuela, de niño jugué al fútbol, jure lealtad a la bandera Argentina y durante un tiempo fui a la iglesia etcétera etcétera dentro de esta amplia gama de acciones con las que prácticamente todo niño argentino puede identificarse aprendí e hice muchas cosas positivas, pero como no todo es color de rosa también replique conductas de las que no me siento muy orgulloso ¿todo es culpa de la sociedad malvada que me impuso el comportarme de manera incorrecta? Obvio que no, la mayoría de la culpa la poseo yo pero aun así no puedo evitar preguntarme ¿Cómo hubiera actuado si las conductas que observe y luego repliqué no hubiesen tenido una carga negativa?.

Obviamente no considero que todas las conductas heredadas deban ser eliminadas pero sí que deban ser criticadas, incluso aquellas que consideramos más valiosas, cuando verdaderamente queremos algo lo cuidamos he lo criticamos buscando mejorarlo y perfeccionarlo cuando no trabajamos periódicamente en elevar aquello en lo que creemos conspiramos silenciosamente para que las circunstancias siempre cambiantes y el tiempo arrasen con nuestro proyecto, obviamente nadie es totalmente “libre” considero que debe buscarse un equilibrio uno en el cual podamos expresar nuestra individualidad de manera plena sin llegar a dañar al otro uno en el cual podamos enseñarles a la siguientes generaciones sobre nuestros errores y a construir el mundo con el que sueñan no dejemos que el miedo y la cobardía se camuflen de sabiduría al afirmar que el mundo no cambiara no terminemos golpeando he nuestros hiriendo a nuestros hermanos que intenten alcanzar las bananas tan solo porque “las cosas siempre se han sido así.”