La ética protestante y el miedo

Por Tomás Mesias-Tymoszczuk

“No solo está dentro la ética el dar pan, sino el enseñar a hacer pan o no solo leerle a las personas sino formar maestros. No fue jamás la intención de la reforma realizar asistencialismo y reducir su función a una meramente evangelizadora, sino la realizar transformaciones sociales profundas que generaran personas autónomas y libres de cualquier tipo de manipulación, personas de convicciones fuertes pero basadas en procesos racionales ricos, personas que no creyeran bajo ninguna circunstancia que en el estado se encontraba la solución para sus problemas”

La ética corrompida.

Poco se conoce en los países latinos sobre la ética protestante, es probable incluso que el lector desprevenido lo asocie a un grupo de piqueteros o organizaciones sociales de izquierda, y no se puede culparnos, pues desde la época del imperio español hasta los sucesivos gobiernos conservadores y dictatoriales, se han hecho esfuerzos sobrehumanos de separarnos de este “peligro”. Desafortunadamente, es este desconocimiento lo que genera que nuestros países cíclicamente luchen contra la pobreza y corrupción.

Del otro lado del mundo, en lugares donde el sol visita menos tiempo y la tierra es menos fértil, desde hace 500 años evoluciona, en los países nórdicos y del este de Europa, un fenómeno que es el responsable de la riqueza actual de esta región. Un fenómeno que empezó como una búsqueda de una fe más sincera, pero que con 5 solas terminó transformando la oscurantista sociedad medieval en una donde la libertad, el racionalismo y el desarrollo individual se volvieron premisas. Es lo que Max Weber en su crítica llamo “ética protestante”.

Es paradójico, que las cosas que en nuestros países la iglesia luchó por combatir, en los países protestantes fue la bandera de los grupos religiosos. Veamos sino el ejemplo de los Estados Unidos, donde la revolución americana y la posterior independencia fue en parte inspirada por la necesidad de los protestantes de poder profesar su fe en paz, o como los bautistas lucharon luego para asegurar en la constitución la separación de la iglesia y el estado. Fue también gracias a la ética protestantes que muchas mujeres adquirieron derechos fundamentales como ir a la universidad, como es el caso Ida Sophia Scudder que no solo se recibió de médica en 1899 para dedicarse en la atención de mujeres en la india sino que además fundó en 1918 la primer universidad de medicina de la india a la que asistirían en el primer año 151 mujeres y 95 hombres indios. Es incluso la ética protestante la que inspiró a muchos científicos de la edad moderna a indagar en el conocimiento de la naturaleza como forma de entender más al Dios en el que profesaban. Es asombroso también, que fuera en la ética protestante que Juan Bautista Alberdi se inspirara para redactar nuestra constitución.

Desafortunadamente y como es costumbre en nuestras tierras, a veces lo que en otras partes del mundo es brillante se corrompe. Fue así como a pesar de que desde comienzos del siglo XX hasta la década del 50 en nuestro país el protestantismo histórico haya crecido considerablemente, luego de los años 70 atravesaríamos en nuestro continente un proceso muy complejo. La pobreza estructural, la falta de capacitación misionera y el analfabetismo que azotaba a los países de centro América por aquellas fechas provocó la generación de un proceso de mestizaje entre la doctrina protestante, la cultura católica e incluso las costumbres tribales. Lo que devino en la generación de dominaciones carismáticas que con el tiempo se alejaron de los valores históricos del protestantismo, generando dependencia de los fieles a la figura pastoral (generalmente poco capacitado) y eliminando la autonomía y el racionalismo individual.

Es por esto que en países como Guatemala y Honduras donde el protestantismo supera el 40% de la población, la sociedad no logra adquirir los mismos valores que poseen países de Europa con una población similar de protestantes.

Considerando que todos los índices sociológicos proyectan un aumento considerable de la adhesión al cristianismo en la región y dentro de este principalmente del protestantismo (se proyecta que para 2030 la población protestante mundial supere por primera vez a la católica) es fundamental que las iglesias evangélicas reflexionen en aquellos valores que la destacaron durante siglos. Pues no solo está dentro la ética el dar pan, sino el enseñar a hacer pan o no solo leerle a las personas sino formar maestros. No fue jamás la intención de la reforma realizar asistencialismo y reducir su función a una meramente evangelizadora, sino la realizar transformaciones sociales profundas que generaran personas autónomas y libres de cualquier tipo de manipulación, personas de convicciones fuertes pero basadas en procesos racionales ricos, personas que no creyeran bajo ninguna circunstancia que en el estado se encontraba la solución para sus problemas. Tenemos la oportunidad histórica de transformar la realidad de nuestro continente, es nuestra responsabilidad decidir si vamos a hacer los cambios necesarios o seguiremos postergando una ética corrompida.

El límite del miedo

El miedo es unos sentimientos más primitivos del ser humano. Mucho antes de que aprendiéramos a hacer razonamientos lógicos y matemáticos, o incluso antes de que aprendiéramos a amar, el miedo existía como un arma de supervivencia y nos ha acompañado desde entonces. Este rasgo instintivo que compartimos con todos los animales, se manifiesta de tres maneras comprobadas. Las primeras dos tienen actitudes pasivas ante la amenaza, se trata de la parálisis y de la huida, dos situaciones en donde el miedo toma el control del ser. Pero existe una tercera situación, con una actitud totalmente activa, una que tiene por raíz el miedo pero que luego se canaliza en otro tipo de sentimientos más complejos: la lucha. Esta tiene una particularidad que la destaca del resto, pues se contagia, permitiendo que seres insignificantes con el estímulo necesario puedan unirse para enfrentar adversidades que los sobre más de manera descomunal, veamos sino el ejemplo de cómo una especie tan pequeña como una hormiga es capaz de atacar a animales mil veces más grandes.

Esto se refleja también en nuestra historia como humanidad. Si analizamos sucesos como revolución francesa o la reforma protestante, el acto heroico de una pequeña cantidad de hombres, que en lugar de reprimirse o no hacer nada, se enfrentaron a poderes gigantes que aterrorizaban al mundo entero, tales y como fueron las monarquías absolutas y la iglesia.

Esto nos enseña y nos advierte de una realidad poderosa: el miedo tiene un límite.

A principio del año pasado, una serie de medidas basadas en el miedo (que en su momento nos parecían coherentes) consiguieron manipular lo suficiente a la población, que fueron atacadas sin ningún tipo de objeción. Sin embargo, como mencionamos, si bien toda medida basada en algo tan instintivo puede ser tener efectos masivos en el corto plazo, con el paso del tiempo y a medida que un grupo de personas comienzan a luchar contra ese miedo, este se desplaza cada vez más y la medida pierde efecto.

Llevamos más de un año y el gobierno argentino sigue creyendo que puede palear su ineficacia y repetitiva improvisación utilizando este discurso, sin darse que cuenta que mientras más pase el tiempo, menos poder tendrá el mismo. Es momento de que el poder ejecutivo comience a comprender cómo funciona la humanidad misma y a que pesar de que hayan intentado suprimirla con el título de “nueva normalidad” está termina siendo instintiva.