Por Felipe Rindertsma
“Pasados dos semestres tras una pantalla, me desconcierta ver esa gran pérdida que nos da la virtualidad, lastimosamente veo como clase a clase hay menos alumnos y como los docentes se ven impotentes ante tal situación”
No quiero caer en una recurrencia al hablar de este tema, pero últimamente no me lo he podido sacar de la cabeza. Luego de una de esas largas noches de desvelo, en donde uno se convierte en una especie de Fregata minor tratando de dormirse mientras continua su rumbo, caí en el error de agarrar mi computadora y empezar a divagar entre documentales y videos sin sentido. Habiendo ya confirmado mi situación de incompetencia para conciliar el sueño, me topé con las declaraciones del Dr. José Félix Patiño, ex rector de la Universidad Nacional de Colombia y gran catedrático, afirmaba con total convicción:
“Uno viene a la universidad a tener una vivencia cultural…”. Esta frase por más que parezca simple, esconde una gran verdad. La universidad es más que una lista, una clase, un examen y un cartón. La universidad es una vivencia cultural que, como fin último además de crear conocimiento, crea seres humanos. Estas experiencias nacen de las relaciones alumno-profesor o de las mismas discusiones que tienen los propios alumnos. El docente al fin y al cabo transmite la pasión por la materia en una clase. Eso es lo que nos forma, eso es lo que nos convierte en seres humanos y enriquece nuestra vida.
Pasados dos semestres tras una pantalla, me desconcierta ver esa gran pérdida que nos da la virtualidad, lastimosamente veo como clase a clase hay menos alumnos y como los docentes se ven impotentes ante tal situación. Yo personalmente siento que la universidad está perdiendo su esencia, la cual la creamos todos. Podemos también afirmar que la clara falta de organización no ayuda a que este pesar sea más liviano. Pero tenemos que ser enfáticos al reconocer el problema y trabajar por una vuelta a la presencialidad lo antes posible. No podemos dejar que un virus mate nuestra formación humana, no podemos dejar que un virus habilite al gobierno a limitar nuestra libertad de movimiento. Mientras el mundo avanza nosotros nos quedamos estancos ante la dulce espera que alguien nos salve. Hay que moverse, tomemos las precauciones necesarias, pero no dejemos que esto frene nuestra vida.
Alejandro Dumas terminaba su libro “El conde de Montecristo” con la frase “¡Confiar y esperar!” No puedo seguir confiando, ni mucho menos esperando. Veo al país caer en una decadencia total, es humillante que nuestro presidente le dé explicaciones a un déspota y que otros países salgan a desmentir declaraciones de nuestros gobernantes. Nosotros como miembros de una comunidad universitaria tenemos que tomar la responsabilidad de generar los cambios que nuestra sociedad necesita, nuestras aulas son la cuna de la futura Argentina. Si seguimos en la espera lo único que vamos a conseguir es que los más competentes se desarrollen en el extranjero, mientras que el político más desubicado se convierta en legislador. Hay que terminar con la Argentina como ejemplo de ineptitud, se necesita un pívot.