El segundo en la lista. El que acompaña y destapa cañerías para que el consenso circule. Pero… ¿es tan útil como se nos da a entender?
Por Leonardo Barreto
El segundo en la lista. El que acompaña y destapa cañerías para que el consenso circule. Pero… ¿es tan útil como se nos dio a entender?
Para empezar podemos mencionar que, como vestigio, el primer cargo de segundo mandatario en la historia fue en el año 1788, con la victoria de la fórmula George Washington y John Adams, en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, una vez consagrada la independencia del país. Esta función se construyó en el marco normativo de la Constitución Nacional estadounidense adoptando un régimen de gobierno federal representativo y republicano; modelo que posteriormente fue tomado como referencia en muchos países del continente americano, como por ejemplo, Argentina.
En las últimas décadas, el puesto de vicepresidente ha tomado vital importancia para la política, como es el caso de Cristina F. de Kirchner con Alberto Fernández, o el caso de Dick Cheney con George W. Bush, dónde se conformaron alianzas tanto con el objetivo de consagrar estrategias electorales, como por cuestiones relacionadas al poder político, en el cuál era ejercido por éste; a pesar de que se puede ser tenedor del poder, sin siquiera formar parte del sector público.
No obstante, si nos vamos a lo práctico, el propio John Adams, primer vicepresidente de la historia, manifestó en una carta dirigida a su esposa, que su cargo era “el más insignificante oficio jamás concebido por una mente humana”. ¿Por qué Adams se refería así a, quizás, el segundo cargo público más importante de una república federal y democrática?
El modelo del cargo está hecho para que quién lo ejerza, funja de nexo entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, ya que éste, además de ser la mano derecha del presidente de la nación, presida el Senado (en un país con un Congreso bicameral) y, por ende, las sesiones. Sin embargo, el Vicepresidente, tiene incluso menos peso que el presidente de la Cámara de Diputados, ya que éste no solo preside las sesiones de la Cámara, sino que además tiene poder de voto. En cambio, el vicepresidente de la república, solo puede votar en caso de empate técnico en el Senado, por lo que su presencia en la Cámara muchas veces -a pesar de dirigir los debates y convocar a las sesiones- es meramente testimonial.
Y su otra función, es que llegado el caso eventual de que se produzca una acefalía (que el cargo de presidente quede vacante temporalmente, sea por ausencia, por cese en sus funciones, por destitución mediante juicio político o por muerte), quién asume la jefatura de gobierno nacional para no dejar sin Ejecutivo al país, es el vicepresidente; y el Senado pasa a ser presidido por el presidente provisorio del Senado. Recordemos que en el Senado (en la mayoría de los países federales con Congresos bicamerales), se cuenta con el presidente de la Cámara -siendo el vicepresidente de la república-, el presidente provisorio, el vicepresidente de la Cámara y, además, el vicepresidente
primero y segundo, respectivamente.
Ahora bien, el vicepresidente tampoco es ejecutor de la voluntad del presidente para la efectiva consecución de los proyectos y planes que éste tiene para el país, ni es el que se sienta a conversar con y/o liderar a los ministros para cumplir con esos objetivos, sino que son todas tareas delegadas y correspondientes al jefe de gabinete, quién realmente, termina siendo el mayor colaborador del presidente.
Además, la cuestión político-partidaria tampoco es un obstáculo, ya que hay casos en los que el vicepresidente piensa -e incluso actúa- de manera distinta incluso formando parte del mismo partido político; y a eso hay que añadirle, que hay veces en que, ambos cargos ejecutivos son ejercidos por políticos que vienen de diferentes partidos, pero mediante coaliciones formadas por intereses comunes.
Por lo tanto, podemos decir que, fácilmente, el papel desempeñado por el vicepresidente, puede ser llevado a cabo por un senador electo presidente de la Cámara Alta -mediante votación interna de sus miembros-, dónde cuente, además, con la misma cantidad de vicepresidentes antes mencionados. En este escenario, dicho senador tendría poder de voto como lo tiene su homólogo en Diputados, sin necesidad del empate técnico que requiere el vicepresidente de la nación.
A su vez, otras alternativas que se pueden tomar en cuenta son: Que el jefe de gabinete se lo designe por el mismo período que el del segundo mandatario y que sea el siguiente en la línea sucesoria del Ejecutivo en caso de acefalía; o que las funciones del jefe de gabinete sean absorbidas por el vicepresidente, de modo que este funja como un ministro más o siga en sus funciones durante todo el período que corresponda a su cargo ejecutivo, y que no forme parte del Senado, pero que siga siendo el principal sucesor del primer mandatario en caso de que este sea desvinculado de su función pública.
Entonces, ¿realmente es necesario el cargo de vicepresidente?